Al regresar Chávez de su primer viaje al exterior en 1999 (creo que de China), pronunció un discurso que nos astringió las criadillas. Lo silenciamos. No quisimos ser portadores de malos agüeros, en especial porque 90% de nuestros amigos habían sido seducidos por el nuevo presidente y evitábamos malas interpretaciones a la poca confianza que comenzamos a sentir por el señor Chávez. Hablamos, sin éxito, con algunos manejadores de instituciones ajenas al Estado o al gobierno, quienes nos escucharon por cortesía. Agreguemos el hecho de que el petróleo comenzó a remontar la cuesta, rozando la cota de $140 por barril, cifra record que Chávez pronosticó que llegaría a $300. Metió una chequera en sus bolsillos e inició un periplo de alardes tercermundistas, repartiendo millones de dólares a todo el que se atravesara en su camino. Aparte de los Castro (Fidel y Raúl) el más favorecido fue Néstor Kirchner, que “logró” pagar la deuda externa de Argentina, con “seis mil millones de dólares” que Chávez le “prestó”, y aunque el difunto aseguró haber cobrado ese dinero, jamás el BCV lo reflejó en sus estados de cuenta. No extraña, porque, Chávez decía que _“si Venezuela tiene petróleo, América Latina y el Caribe tienen petróleo”._ Y así fue. Ahora cuando nosotros no tenemos, o al menos no podemos succionarlo, y otros sí lo poseen, acuden a Venezuela solo para expoliarla con descuentos hasta del 70% en las facturas que adeudan, o sencillamente deuda olvidada por decisión de Maduro, en especial para los países de ese Caricom que en estos días nos da la espalda. ¡Muy bien hecho, por ellos!
La cuerda
Aun sin despedirse, Chávez comenzó a sentir rayos de sol en el lomo. El petróleo, como alguien inteligente debió esperarlo, volvió a niveles razonables de mercado y la chequera enflaqueció. Pdvsa fue rechazada por la banca internacional, como probable sujeto de préstamos, porque Rafael Ramírez no pudo presentar informes auditados por gente seria. Wall Street comenzó a percibir a Venezuela como un seguro default en sus compromisos y Chávez inició el ring de boxeo contra el “capitalismo salvaje” que era todo aquél que no accediera a sus caprichos. Es decir, todo el mundo con excepción de China, Rusia, Cuba y alguno que otro aprovechador de riquezas del país. Cae Chávez enfermo y desde su lecho se dice que dictaba ukases, pero redactados por Fidel, como el último y aciago legado de su poder, con tan mala suerte para los venezolanos. Y muerto Chávez se inicia una nueva aventura gubernamental (aún gaspalea), que ha hundido a Venezuela y a los venezolanos en simas de tal profundidad, que ni con magia es posible pensar en emerger victoriosos.
El “tensómetro”
A raíz de la venta, por un fatuo Julio Borges, de la protesta cívica del país, a cambio del plato de lentejas disfrazado de Mesa de Santo Domingo, en donde la imbecilidad del liderazgo opositor ratifica su analfabetismo político, no ha sido posible crear de nuevo una fortaleza opositora global, porque no hay líderes nacionales y los que se auto erigen de ello, no pasan de ser celadores de conchas de caracol, afónicas, vacías, lánguidas y sin posibilidad de revivir. En consecuencia, se justificó aquél grito de triunfo que pegó Maduro por haber pacificado el país, acabando, según sus palabras, con “la guarimba terrorista”. Y tuvo Maduro, pese a las elecciones carnavalescas del 2018 y algunos errores del “liderazgo” opositor, un buen lapso de tranquilidad, que aún, a fuerza de porrazos, se mantiene. Pero Maduro percibe que la calma es chicha y debajo de ella se mueven factores que podrían hacer saltar la paz más pronto que tarde. No sucede, porque no hay un líder creíble, a excepción de la señora Machado, que genere la confianza para que el país retorne a la época Pre-Santo Domingo.
2024
Maduro sabe que las elecciones del 2024 son su némesis. Necesita descifrarlas antes de que le apriete el cuello. Si permite alguna libertad en el proceso eleccionario, pierde. Si insiste en eludir los parámetros de la democracia, recibirá más sanciones. Tantas, que le resultará preferible renunciar. Y si cae, junto con él se desmorona el castillo de naipes forjado a punta del saqueo milmillonario al país, que habrá de reponer de una manera u otra. Ya, hoy mismo, su pescuezo vale $15 millones, fortuna nada despreciable, que algún aventurero querrá ganarse. De manera que Maduro solo tiene la “cuerda”, que tensa cada vez en una dirección distinta, pero coincidentes todas en acabar con el país y con su gente. Una masacre inigualada, que lo coloque al lado de los peores sujetos de la humanidad. ¿Eso desea? Seguramente no lo habrá pensado así. De manera que debe manejar “la cuerda” con filigrana de joyero sanjuanero, para que se le pida negociar y pueda, si no disfrutar de todo lo que acumula, al menos de botines que se ignoren, que los habrá. Y por ello Maduro, con singular éxito, ha venido tensando las diferentes cuerdas de un arpegio que tal vez su olfato le dice que puede resultar bien entonado. (Con esos tipos nunca se sabe).
Pero sea como fuere, con el país convertido en un archipiélago de protestas, que nadie logra aunar, y sin recursos tal vez ni para los aguinaldos del sector público y pensionados, pareciera que solo falta un empujoncito, pero quienes pueden dárselo, le temen, o prefieren exprimir algunos dólares más. (Más lo último). Y por esa improbidad (ética y/o intelectual) del factor político, sin excepción, no es posible conjeturar cuándo podría ser la marcha de Maduro. Deberá irse, porque contrario a su mecenas que lo tuvo a él a mano para que le cargara el maletín los últimos años, Maduro solo tiene a Cilia, por quien nadie arrienda la carga. Ese es uno de los problemas de tener un partido mono-liderado (un solo líder), dada la ausencia absoluta de dirigentes capaces de asumir la posta en el momento indicado, que pasó hace bastante tiempo.
Ergo: sálvese quien pueda..!
José Ángel Borrego.