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A mi amigo Juan Guaidó, Por Iván Colmenares

A Juan lo conocí hace doce años cuando era un joven de apenas 27 y ejercía como diputado suplente a la Asamblea Nacional en representación del Estado Vargas. Formaba parte de una generación de rebeldía que parecía sería brillante, a la que el régimen se dedicó a destruir, asesinando u obligando al exilio, que enfrentaba con pasión, el cierre de RCTV. Era la única voz que tenía Voluntad Popular en el Parlamento y observaba con indignación como la rabia de Diosdado Cabello, presidente de la AN, se ensañaba contra aquel muchacho que, con un collarín, consecuencia de la represión de la Guardia Nacional en alguna protesta, levantaba su voz con coraje.

Ya lo había visto en las tarimas, animando con fuerza, a las multitudes que asistían a las convocatorias. Ya sabía que, en la tragedia de Vargas que, con apenas 15 años, sufrió la ira de la naturaleza y no se puso a llorar sentado en una pared que no claudicaba. Se dedicó a ayudar a rescatar a sus paisanos, familia, vecinos, junto a otros muchachos. Almorzamos varias veces después de algunas sesiones y de vez en cuando, me daba la cola cerca del apartamento. Es ingeniero industrial de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. Al graduarse continuó con su formación académica, cursando un programa de estudios en gerencia pública, ofrecido en la UCAB con el aval de la Universidad George Washington. También asistió al postgrado en gerencia pública ofrecido por el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA).

En el 2019 se convirtió en el Presidente del Poder Legislativo más joven en la historia republicana y se desataron los demonios oficialistas, así como lo han demostrado con la cárcel de Leopoldo López, las persecuciones y amenazas a su dirigencia fundadora. Y con el respaldo de todos los sectores democráticos de Venezuela y el reconocimiento de más de 60 países que poblacionalmente son la mitad del mundo y de la OEA, ante la inconstitucionalidad de la elección de Nicolás Maduro y la ineficacia de su dictadura, se convirtió en el presidente interino, con el aplauso de muchos de los que hoy lo condenan porque no permitió que siguieran algunas vagabunderías que por su silencio, es señalado como responsable, pero que nadie, ni tirios ni troyanos, se ha atrevido decirle que es culpable, salvo las lenguas viperinas de algunos voceros del régimen, que muchos de los nuestros repiten con saña.

Creo que su ingenuidad y su falta de malicia y de su entorno, ante esa jauría veterana de la “dirigencia” que nos ha conducido durante 20 años entre errores y vaivenes, lo hizo tener muchas deficiencias durante cuatro años como líder de la AN y de los seis meses como abanderado de VP. Fue tan inocente que cuando vino a Guanare hace poco, le preguntamos sobre el futuro de la directiva de la AN 2023, nos dijo que tenía los votos amarrados. Pudo negociar desde la presidencia interina para continuar siendo el engranaje fundamental con la comunidad internacional, aunque la condición hubiese sido que no fuese candidato a las primarias. Se lo dije personalmente en tres o cuatro oportunidades. Tenía un caballo organizado en los 335 municipios del país, tenía el respaldo de Estados Unidos y de la comunidad internacional civilizada. Y no lo jineteó. Si uno elige meterse a redentor, ya sabe lo que le espera. La política es la calle, es la opinión, es la organización, es la gente. Hay que tocarlos, pasarle la mano, permitir la crítica, meterte en el corazón al hombre y la mujer que sólo espera que el país cambie para bien.

Guaidó Márquez fue la obsesión del programa del capitán del odio. El PSUV lo calificó de objetivo de guerra y no había actividad que no realizara que los machos rojos utilizaban a las mujeres para agredirlo. Era la piedra en el zapato de la tiranía, hasta que el G3 en la peor de sus decisiones, convertido en Bruto, ordenaron su asesinato a punta de puñaladas traperas. Se les olvida que la política es la única actividad donde se puede resucitar mil veces.

Juan Gerardo le cumplió a Venezuela. Le puso empeño y coraje. Tuvo la solidaridad mundial y tuvo el odio de quienes lo sabían promesa política y aunque vimos bajezas como las de Chúo Torrealba, exsecretario ejecutivo de la MUD, también se hizo visible, incluso de los que lo crucificaron, la solidaridad en su hora menguada. “En la reacción infantil, ignorante y enferma de algunos venezolanos – prominentes y comunes – veo la triste realidad de que quizás ya es muy tarde. El nuevo hombre y mujer venezolano puede ya ser tan superficial, amoral, codicioso, amorfo y desubicado como se régimen que de la boca para afuera dice adversar”, escribió Pedro Manuel Burelli en un artículo donde también afirmó que “si seguimos perdidos moralmente, si buscamos el acomodo cómodo y cobarde con mafias, jamás seremos parte de la reconstrucción de un país vivible. Jamás”. Lección para todos, sobre todo, para la oposición democrática que, si no se revisa, nos va a conducir a otro rotundo fracaso, de trapiche en trapiche. Y no vayamos a decir que la culpa sólo es Maduro.

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