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Reflexión en Familia: La obediencia, Por Rafael Ángel Parra

Queridos hermanos y amigos, hoy vamos a compartir una maravillosa reflexión sobre la obediencia, que en su significado, está relacionada con el acto de obedecer; es decir, de respetar, acatar y cumplir la voluntad de una autoridad o de quien mande.

La obediencia se describe a partir de obligaciones o prohibiciones que involucran la realización u omisión de algunas acciones, tal como el rey David antes de morir, que advirtió a su hijo Salomón sobre la necesidad de hacer que Dios y sus leyes fueran el eje de su vida personal y su gobierno para poder preservar el reino tal cual promesa de Dios. Dicha advertencia la podemos encontrar en una poderosa palabra del libro 1 de Reyes capítulo 2, versículo 3, que en la versión Nueva Traducción Viviente dice lo siguiente:

“Cumple los requisitos del Señor tu Dios y sigue todos sus caminos. Obedece los decretos, los mandatos, las ordenanzas y las leyes que están escritas en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todo lo que hagas y dondequiera que vayas”.

Hermanos, la Sagrada Palabra nos convida a seguir los estatutos y mandamientos del Señor, recordándonos que estos no son para subyugarnos, sino que están allí para protegernos y guiarnos en todo momento; y así como el rey David instruye a su hijo Salomón, así igualmente es válido para ti y para mí, para que podamos prosperar en todas las áreas de nuestra vida.

Esta promesa no se refiere esencialmente a la prosperidad material, sino a la prosperidad espiritual, ya que al obedecer a Dios podemos recibir amor, paz, gozo, sabiduría y otras tantas cosas que forman parte del tesoro espiritual.

¡Si queremos vivir en prosperidad, debemos seguir los mandatos de Dios!

Alguno de nosotros ha comenzado negocios, relaciones u otras cosas; pero ¿Cuántas veces le hemos preguntado al Señor o le hemos pedido dirección antes de comenzar?

En algunas oportunidades comenzamos algo porque creemos que estamos en lo correcto, pero ese algo quizás no le agrade a Dios; aun así, no hacemos nada para resarcir el error y es allí en donde torcemos la obediencia hacia Él, y al tratar de sobreponer nuestra voluntad, nos metemos en problemas.

¡La obediencia es la llave que abre las puertas hacia las bendiciones!

Lo que el rey David dijo a su hijo Salomón debe ser un recordatorio para todos nosotros, y nosotros debemos entender que la obediencia es esencial en nuestra convicción cristiana, la cual está sellada con el ejemplo de Jesús mismo al Padre Celestial, Él dijo: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.

En la Biblia encontramos diferentes ejemplos de personas que demostraron obediencia total a Dios y a sus preceptos: Abrahán, Noé, Gedeón, Rut, Jesús, entre otros, que manifestaron obediencia a Dios en diversas formas, incluyendo el sacrificio propio, la confianza y el seguimiento a su guía.

El ejemplo más impactante es el de Jesús, quien consagró su vida a obedecer a su Padre a pesar de que no fue fácil para Él, ya que fue tentado enormemente, pero obedeció la voluntad de su Padre en todo momento e hizo posible la libertad de nuestros pecados, al asumir el castigo en la cruz.

Hermanos, debemos tener presente que el Reino de Dios se rige por leyes y, cuando no acatamos esas reglas, esto nos puede traer consecuencias y la pérdida de bendiciones; pero si guardamos sus mandamientos, Él cumple sus promesas de vida eterna: “Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios”.

Finalmente amado amigo y hermano, ser obediente al Señor no será nada fácil, pues en el camino habrá fuertes obstáculos, pero Dios se ocupará de todo, ya que Él es más grande que cualquier dificultad; por tanto, mantengámonos en el camino de la obediencia y dejemos lo demás a su perfecta voluntad, ya que el Señor ha descrito muchas bendiciones para aquellos que le obedezcan en probidad hasta el fin.

“Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas”. Deuteronomio 28:2-4

*¡Bendiciones infinitas para todos!*

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