Ronda Dominical: Consecomercio II
Para comercializar, es preciso poseer productos dispuestos para ello. Y llegar a ese punto consume una serie casi infinita de pasos que van desde la idea sobre realizar el producto, hasta realmente producirlo masivamente. Eso a su vez encierra muchas acciones, entre las cuales destacan el financiamiento, el mercado, la competencia, las trabas legales y la necesidad de recuperar la inversión para proseguir generando nuevas metas de productividad y colocarlas en el consumidor a través del Comercio. Por esa razón, cuando un empresario toma la decisión de generar un rubro para ser comercializado, especialmente en Venezuela, ha consumido excesivo tiempo, dinero, esfuerzos y expectativas. En virtud de ello, para esa persona es imprescindible que todo marche, si no sobre ruedas, al menos con tumbos predecibles y manejables.
El chinito y el bodeguero reciben el producto y desconocen todo lo acontecido para que ello pueda ser posible. Lo único que les interesa es el precio para compararlo a competidores. Echan números para determinar la oferta que harán al consumidor, atiborran los anaqueles y venden. Comercializan. También la subsistencia de sus negocios depende del afecto que logre el producto en el consumidor. Y, al menos en Venezuela, hasta allí se reduce la ecuación.
Expansión
El chinito y el bodeguero tal vez piensen en abrir alguna sucursal de sus tiendas más adelante, pero es cuestión de albur. No hay nada sincronizado con sus cuentas, con sus expectativas y con el país. No existe el organigrama que oriente sobre tales acciones. Casi todo es al azar. Y ello sucede, porque no existen promotores que amplíen la visión de negocio. No existen políticas, ni del Estado, ni de gremios como Consecomercio, que estudien las capacidades del país, hagan uso de las herramientas que existen, inventen nuevos métodos y esquemas y hagan más amplia la perspectiva-país desde el punto de vista comercial, lo cual, obviamente, es posible. Prueba reciente de ello es la multiplicidad de cadenas de automercados que han aparecido en el país, en ciudades que aparentemente no resistían un chinito ni una bodega más. Y todos venden, todos satisfacen a sus consumidores y deben competir para atraerlos. Pero ha sido, este, un movimiento espontáneo, no impulsado, ni por el gobierno, ni por Consecomercio. En nuestro país, el gobierno, en desmedro de la producción interna, facilitó la importación de rubros que se apretujan en anaqueles y resultan atractivos para el consumidor. Y, ni, aun así, Consecomercio asume la agresiva posición de promotor que le corresponde, para que su actividad, si no el 60%, represente un alto valor para el PIB, lo que a su vez traduce que será fundamental para el chinito, para el bodeguero, para el consumidor y para el país.
¿Qué hacer?
Vivimos en un país presidencialista. Lo sabe el chinito, lo sabe el bodeguero, lo sabe Consecomercio y hasta este impertinente embadurnador de cuartillas. Aquí no se mueve nada sin el asentimiento del presidente. Ni siquiera los partidos escapan a ese influjo. El Psuv es solo Maduro y nadie más. Eso de “segundo de a bordo” es una estratagema de Maduro para compartir (i)rresponsabilidades. La oposición salva la honrilla porque María Corina irrumpió en medio de la ristra de nulidades que se atribuye el rol de opositores. Tampoco hay comercio si Maduro lo decide así. (Ha sucedido). Ni tal vez ninguna actividad productiva. Para muestra ese botón que se llama la Venezuela del Socialismo del Siglo XXI. Puro cachivache, si no se los han robado para venderlos como chatarra.
Si sabemos lo anterior, que vivimos en un país presidencialista y estamos atados a la decisión de Maduro, en este caso, (antes fue de otros y luego será de nuevos mandantes) ¿cómo es que no se aprovecha (en el reprobable sentido aprovechador de la acepción), para lograr que el país crezca, se desarrolle, produzca frutos en el desierto como lo hace Israel para envidia de Hamas y Helbollah y nos haga más felices a todos, incluyendo a la directiva de Consecomercio? Sencillo. Muy sencillo. Porque estos señores creen (ignoramos la razón para tal creencia), que el destino de este organismo es gremial. Consecomercio no busca deslastrarse de su sino insensato, ni entiende que su presencia en el país tiene que ser para algo más que intercambiar informes, una vez por semana, y luego el brindis y el video para registrar el tiempo perdido. Consecomercio tiene que entender que su presencia en este país debe ser productiva. Pero de productos reales, tangibles y comercalizables por el chinito y el bodeguero. Tampoco de lo que ya se genera en las fábricas, porque ellos pertenecen a otros gremios. Es indispensable que se ponga en juego la inteligencia, que nos consta les sobra, para que hagan de Consecomercio el ariete que destruya la pasividad y convierta al país en un mercado bullicioso, ágil, contagioso y rentable.
¿Es posible?
Es más fácil que lavar hielo. Solo hace falta un cambio de mentalidad en gente que sabemos puede hacerlo. La disposición a reforzar las estructuras comerciales del país, hasta hacerlas invulnerables. Y la aplicación de ideas, proyectos, propuestas e iniciativas, que existen, que están a la disposición de quienes deseen impulsarlas y que no presentan dificultades. Tanto así, que no requieren dinero del gobierno, ni de la banca, ni de financistas globales, ni tampoco de Consecomercio. Quiéralo o no, el presidencialismo proveerá, sin tocar los escasos dólares del BCV.
José Angel Borrego.