El problema de Maduro es su exagerado visor con el que pretende, no solo atrapar imágenes que jamás han existido, sino, además, venderlas al país, enmarcadas en discursos grandilocuentes que buscan arrancar aplausos, que por cortesía el auditorio le obsequia. No logra comprender Maduro, ninguno de los códigos, que establecen las relaciones entre jefes de Estado, y menos aún, el significado de las palabras de su interlocutor. Mezcla su optimismo con la irrealidad del país y concierta una serie de fábulas, que las sabemos así, nosotros, como también estamos convencidos de que Maduro *cree* en sus propios soliloquios desde la primera hasta la última frase. Lo plausible del señor Maduro es que sus fracasos no lo amilanan. Tras cada estropicio se prepara con ánimo para la inmediata incursión, sin valorar el esfuerzo perdido ni la posibilidad de mantenerse en igual senda improductiva. Ello permite que su optimismo siempre se sostenga sobre bases irreales pero entusiastas, y, que, desde luego, el país, no solo no avanza, sino que retrocede como ha sucedido en los recientes 24 años. Abona este terreno el hecho de que su entorno, siempre asfixiante, no lo avizora émulo del Rey Desnudo, sino que por el contrario, teje con loas, cada una de sus exóticas campañas.
China
Maduro recién llega de China, donde fue recibido hasta por Xi Jinping en lugares selectos y reservados para ilustres visitantes. Maduro llevó una ristra de peticiones para que China salve a Venezuela. (Sí, Luis). Y trajo respuestas incognoscibles, como lo son todas las emanadas de los aposentos oficiales chinos, en donde no se desperdicia una letra ni se hacen promesas. Pero Maduro, en su particular manera de interpretar a sus interlocutores, creyó ver en Xi Jinping, el aliado que le sacará las castañas del fuego de esta realidad que se llama Venezuela, hundiéndose en la ciénaga de la incapacidad, de la improductividad, de la inacción y por ende de la cosecha de fracasos, pobreza y malestar. No es su primera incursión por derroteros de sueños incumplibles, y obvio, incumplidos. Tiene en su haber la “Venezuela Potencia” que prometió elevar a su máxima expresión para hacer al país productivo. Para ello fue creando motores, los cuales van por 18, sin que ninguno arranque. Obligó a un grupo de diputados de la AN, a finales del 2021, a aprobar la Ley de Zonas Económicas Especiales y asignó esta dudosa prerrogativa a varios puntos del país, en una primera etapa, para luego llegar hasta una veintena en la segunda fase. Que sepamos, ninguno ha logrado generar más que discursos encendidos de gobernadores agradeciendo haber sido deferidos con tan singular honor. Recordamos una de esas zonas, por la que Maduro fantaseó a placer, “Tortuga Experience”, que, según él, China había mostrado tal interés que invertiría en ese espacio perdido en medio del océano, ¡diez mil millones de dólares! (Ah malaya un piazo..!, exclamó en Texas, Francisco Vicent, hijo). Nosotros, desde nuestra morrocoyuda inexperiencia, advertimos que ese proyecto carecía de sentido común, así como las ZEE, huérfanas de propuestas que puedan ser desarrolladas sin dineros del Estado, que las hay, pero no en los portafolios ni en los cerebros gubernamentales. Y ahora, Maduro vino de China a preparar su talego para ¡viajar a la Luna! (Siempre ha estado allí).
Futuro, Pese a todo, alguien quien dice que _“vamos con rumbo cierto”._ No refiriéndose a la agenda de Maduro, sino por el contrario, confiando en ella, imaginamos, para que sea el golpe de gracia al régimen. El mercado político venezolano está muy enrevesado. En el mejor momento de la oposición, alacranes que aceptaron serlo, sin posibilidad, ahora, de retractarse, dinamitan el camino hacia una unidad, que aparte de unificar políticamente, cohesiona al país en torno a una expectativa real. Y otros, que aunque esgrimen frases de cierta coherencia, evitan dar el paso definitivo hacia la consolidación de la unidad del país. Eso, por lados opositores.
En el Psuv, la cosa no marcha peor porque ese partido es mono-productor de líderes. Tiene uno para gobernar y uno para que le cuide el partido al gobernante. Los demás, saben que su papel es de focas, a veces parlantes, pero nunca violando el establishment que impide contrariar a uno de los dos jefes. Por esa razón, en el partido de gobierno, el volumen de las diferencias es casi inaudible. Pero tampoco aporta nada al futuro del país, distinto al ritmo que se imprime al partido desde sus bases, donde también (lo saben los caciques) se respira inconformidad y rabia.
El 22-10, tal vez el símbolo del futuro para las grandes mayorías venezolanas (mínimo 60% según la más tímida encuesta), es bombardeada por Diosdado todos los días, intentando que Maduro ordene al TSJ la ilegalización del evento. Se nos ocurre, que Xi Jinping pudo haberle recomendado permitir esta medición, porque habló de aspectos colaterales a ella. Pero mientras llega ese día, el país espera sin pesimismo que la fatuidad no escale tan alto.
José Ángel Borrego.

Por The EL News

Enrique López Alfonzo Director - Editor The EL News.com Premio Latinoamericano de Oro Periodista de Investigación 2021 ÷584245428120

Descubre más desde EL News de Venezuela

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

Ir al contenido
Verified by ExactMetrics
Verificado por MonsterInsights