EL News de Venezuela

Ronda Dominical: La cita. Por José Ángel Borrego

Vladímir Putin no asistirá al funeral.

En el billar de tres bolas (dos blancas y una roja) y en diplomacia no se empata el juego. Dos jugadores de billar, poniéndose de acuerdo, podrán asegurar que el juego terminó tablas. Una partida a 30 tantos, en donde uno de los dos fue el primero en lograr esa puntuación y por ende es el ganador. El otro jugó después de finalizado el partido e hizo el punto 30, pero no empató, porque su rival ya había ganado. Igual es la diplomacia. Ningún conflicto termina empatado. La fotografía final los mostrará a todos sonrientes (al fin y al cabo, son políticos), pero solo un equipo ganó. Es posible, sí, que se haya convenido en ciertos aspectos, pero ya la palabra convenio significa negociación, lo que a su vez contiene condiciones. “Yo acepto mantenerme sonriendo, pero tú permites lo que hasta ahora me has negado”. Y también es posible que ese convenio se convierta en un acuerdo sólido y que se eliminen las aristas que conflictuaron el problema. Pero no es posible el empate. Putin acaba de declarar que aceptaría la paz si Ucrania deja de ser un peligro para Rusia. Hasta hoy creímos lo contrario. Pero ya hubo una condición para proponer un convenio. Porque Zelensky advirtió que si pierde la guerra arremeterá contra Rusia con guerra de guerrillas. No como aquellas del Che Guevara que se internaba en el monte y realizabam operaciones contra la ciudad. No. La guerrilla urbana es diferente. Un aparente buen señor camina por el centro de Moscú con un maletín desgastado, el cual coloca distraídamente en un punto neurálgico de la ciudad. Al cabo de unos minutos, cuando el buen señor ha resguardado su vida, el artefacto escondido en el maletín hace explosión, asesina a muchas personas inocentes y ocasiona perturbación política. ¿A quién reclamarle? Rusia, ahora, sería propietaria de Ucrania y el líder de la guerrilla es nada menos que el propio Zelensky. En algún momento las explosiones y otros eventos se hacen tan repetitivos, que el Kremlin toma la decisión de destituir a Putin, reestablecer las fronteras que había violentado el destituido presidente, permitir el retorno de Zelensky, hacerse responsable de daños y perjuicios, y, aun así, no se puede cantar empate. Hubo un elevado costo en vidas y destrucción.

Esequibo


Maduro e Irfaan se reunieron en una de las islas que conforman al Caricom. Allí, desde luego, no se estaba en un sitio neutral, pero hubo varios observadores de distintos países, que buscan un acuerdo entre Venezuela y Guyana que evite un conflicto mayor. Maduro solo quiso conocer al adversario. Sabía que no lograría nada. Irfaan le mostró en su cara, retador, un brazalete que se quitó para ser más enfático, en el que aparece el mapa de Guyana que incluye el Esequibo venezolano. Le aclaró que no teme a decretos y otras jugarretas. Que seguirá contratando petróleo en la zona en reclamación y se aferra a la Corte Internacional de Justicia, no por mal perdedor como se ha pretendido hacerlo ver, sino como una de las opciones dispuestas en Ginebra 1966 para resolver este conflicto: acuerdo entre las partes, Buen Oficiante o la CIJ. Y, obvio, prefiere el mandatario de Guyana a 1899, como su documento válido.

Figueredo (*).
De acuerdo a una explicación muy catedrática del Dr. Figueredo Planchart, embajador de Venezuela en la ONU por 11 años manejando este asunto, nuestros presidentes permitieron que se abrieran algunos resquicios por donde Guyana pudo penetrar legalmente. Dice el Dr. Figueredo que se mantenía el conflicto dentro de los mejores términos, hasta que Chávez lo execró (por no ser chavista) y comenzó los coqueteos con Guyana, tal vez por órdenes de Cuba, hasta hacer afirmaciones que son también base que ofrece ventajas a Guyana.

Por ligerezas de Maduro, posteriores al obsequio de Chávez a Guyana, nuestro país no acudió al primer capítulo del juicio en la Corte Internacional de Justicia, la cual Maduro dice desconocer porque desertó de ella. Pero la CIJ es el organismo de la ONU, precisamente facultado para impartir justicia en casos como el de Guyana, donde las partes no logran acordarse. Sus decisiones no pueden obviarse alegremente como pretendió Maduro, y tal vez por esa última razón promovió la cita del pasado jueves. Porque fue Maduro quien solicitó hablar con Irfaan. Éste, atiende, porque es un presidente culto, sabe que el escenario lo favorece y que, con un punto a su favor, otorgado por la CIJ, nada tiene que temer de la inocua cita. Le habría bastado con callar, hacerse el loco y sonreír para la foto. Y hablando de foto, la cara de ira de Maduro en su declaración final fue inocultable. De manera que la próxima reunión, pautada para marzo en Brasil, es posible que no se realice.

¿Qué hacer?
Esta pregunta es solo para Maduro. Su referendo debe haberlo convencido de que no cuenta con país. Y no debe lamentarse por ello, porque el país no ha podido contar con Maduro en sus 11 años como presidente. ¿Por qué alguien irá tras la bandera de Maduro, que no es la de Venezuela así la plagie? Maduro no tiene amigos, no tiene aliados, no tiene Fuerza Armada, no tiene pueblo, su partido está a la desbandada y su equipo de gobierno no podría ser más incoherente. Ha perdido muchas oportunidades de liderar a Latinoamérica y El Caribe, con solo ser demócrata.
(Aun así, feliz navidad)

José Ángel Borrego.

(*) El Dr. Reinaldo Figueredo Planchart es abogado, internacionalista, catedrático, diplomático de carrera, embajador por muchos años y el mejor conocedor del problema del Esequibo.

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