David Figueroa

David Figueroa
Siempre he dicho que muchos de los artículos de este trabajo de divulgación periodística son producto de inquietudes de comunicadores sociales (diaristas, locutores y publicistas), así como de educadores y de otros profesionales que han comenzado a valorar la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera.

Me hacen llegar de manera regular interesantes inquietudes y planteamientos que, por un lado me facilitan el trabajo de selección, y por el otro, me permiten sentir la satisfacción de saber que el esfuerzo no ha sido en vano.

Los tres más recientes («Una gran pregunta conlleva a una gran investigación»; «¿Por la mínima diferencia?» y «El cuarto cuarto»), han hecho que muchos aficionados del buen decir se hayan interesado en disipar sus dudas y así poder adquirir soltura en la redacción de textos y en la expresión oral.

¡Eso me alegra y me compromete en seguir aportando elementos para un mejor uso del idioma español, siempre con la convicción de que no pretendo dictar cátedra!

El primero de ese grupo de tres surgió de la promoción de una serie policiaca del canal estadounidense de habla hispana A&E; en tanto que los otros son del ámbito deportivo, del que siempre mantengo lo que he dicho muchas veces: hay excelentes profesionales; pero también muchos disparateros. ¡Usted escoge!

He hablado de la colombianización de la narración, del comentario y de otras situaciones que giran en torno de esa faceta de la comunicación. A algunos les han parecido interesantes y oportunos mis análisis; en tanto que a otros (quizás disparateros) no les ha despertado el menor interés. No es para menos, pues la escritura es como la comida: a unos les hace provecho, y a otros los indigesta.

El artículo de hoy surgió de una nota de sucesos, publicada en un diario digital del estado Portuguesa, Venezuela, cuyo título señalaba el fallecimiento de un ciudadano luego de haber hecho contacto con una «guaya de alta tensión».

Eso me llamó la atención, pues como sabrán, aparte de periodista, soy electricista y extrabajador de Cadafe, antiguo nombre de la empresa encargada de la administración y distribución del fluido eléctrico en Venezuela.

Tuve la oportunidad de comunicarme con el redactor de la aludida nota, y con todo respeto le hice saber que no es apropiado decir «guaya de alta tensión». Le di una breve explicación y aproveché para comentarle otras impropiedades que son muy frecuentes en el diarismo, especialmente en la fuente de sucesos y en la de comunidad.

No es apropiado hablar de guaya de alta tensión, simplemente y llanamente porque el material con el que están construidas las líneas es aluminio (arvidal), y las guayas son de acero. No se usan para ese fin.

La energía en alta, media y baja tensión es transportada por conductores o cables; pero no por guayas. Las guayas, por su consistencia y resistencia física (acero), se utilizan para anclar postes en finales de líneas o en otras estructuras, con la finalidad de reducir la tensión mecánica y evitar que se derrumben. Comúnmente se les llama retenidas, y en algunos casos, vientos de construcción.

Muchos redactores pudieran afirmar que ellos dicen guayas de alta tensión porque no son electricistas, y por eso no están obligados a conocer el argot de los profesionales de la electricidad. Eso no es justificación, si se toma en cuenta que un comunicador social es un educador a distancia, y para tal efecto debe estar apercibido de un bagaje de conocimientos que le permitan llamar las cosas por su nombre, sin llegar al tope de la arrogancia y la prepotencia.

Muchos de ellos dicen «postas», «postar», «postel», en lugar de poste, que es la palabra correcta. Existe posta; pero es otra cosa.

No es necesario que los periodistas sean técnicos, ingenieros electricistas, médicos o abogados, sino cuidadosos para aplicar el sentido común que los induzca a valorar la labor que desempeñan ante la sociedad, sobre la base del inmenso poder inductivo que ejercen los medios de comunicación, lo que implica que todo lo que en ellos se escriba o se diga, mal o bien, se arraigará en el vocabulario del común de las personas.

Y ya que les he hablado de conductores eléctricos, es prudente acotar que la denominación cable no solo se aplica al que lleva un recubrimiento de material aislante.

Cable, desde el punto de vista de la electricidad de distribución, es todo aquel que conduce energía. Por eso es válido decir cable de alta tensión, como por ejemplo: «Muere electrocutado ciudadano al rozar con un cable (conductor o línea) de alta tensión». ¿Difícil? ¡Tampoco lo creo!

Por The EL News

Enrique López Alfonzo Director - Editor The EL News.com Premio Latinoamericano de Oro Periodista de Investigación 2021 ÷584245428120

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