Han sido constantes las guerras entre distintas izquierdas que han producido muertes y enfrentamientos en la humanidad, a su vez que monopolizan el espectro político sacando del juego a los movimientos con ideologías liberales o capitalistas; ocurrió internamente en Rusia cuando se produjo la lucha entre estalinismo y trotskismo, en Italia entre fascistas y socialistas, en Alemania entre nacionalsocialistas y socialdemócratas, y así esta historia ha ido repitiéndose hasta llegar a América Latina, donde por ejemplo hoy a Venezuela se la disputa el chavismo socialista, contra un grupo de cuatro partidos socialistas, o en Argentina, donde radicales y justicialistas (ambos peronistas, aunque los primeros en menor medida) monopolizan un conflicto de zurdas.
En regiones como América Latina con altas tasas de pobreza y falta de educación ha sido sencillo implementar el socialismo a través de discursos populistas para el chantajismo electoral, perpetrando así un sistema clientelista donde el votante es comprado con dádivas estatales, mientras continua empobreciéndose y necesitando cada vez más del Estado; es por esto que lo que predomina en la región son los partidos socialistas con sus distintas máscaras y grados de extremismo.
El resultado en el continente es la multiplicación de la pobreza, el subdesarrollo, la proliferación de las injusticias, complejos de inferioridad y totalitarismos.
La realidad que pocos se atreven a reconocer, es que con excepción de los Estados Unidos, el mundo ha estado dominado el último siglo por distintos matices de la izquierda internacional, y para avanzar es menester reconocerlo: hemos sido derrotados, toca repensar el mundo y América Latina.
