Amigos y hermanos todos, en alguna oportunidad hemos sentido que otra persona mantiene una deuda con nosotros porque nos ha hecho algo y no se ha disculpado; llegamos a pensar que una disculpa es poco, y más bien creemos que si pide perdón y se humilla, es mejor para saldar esa deuda.

Hoy en Reflexiones en Familia, y bajo la autoridad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, ustedes y nosotros vamos a reflexionar sobre una maravillosa palabra que en el segundo libro de Corintios, capítulo 2, versículos 10 y 11, en la versión Reina Valera 1960, expresa: “Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado; si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros, pues no ignoramos sus maquinaciones”.

Terrenalmente, el perdón es la acción de perdonar; un término que hace referencia a solicitar u otorgar a alguien la remisión o el indulto de una obligación o un fallo. Perdonar significa disculpar a alguien que nos ha ofendido, o no tener en cuenta su falta, o sea, olvidarnos de ella. Pero en nuestro Manual de Vida, La Biblia, deriva de una palabra griega que se traduce “perdonar” y significa literalmente “dejar pasar”, como cuando una persona deja de requerir que se le pague una deuda.

Igualmente, nuestras Sagradas Escrituras enseñan que el perdón se basa en el amor, ese amor que no guarda rencor, ese amor que nos indica que no hay límites para perdonar; pero que también nos advierte que sí hay consecuencias al no hacerlo. Sí, hermanos, son consecuencias a nivel espiritual, emocional y hasta consecuencias físicas. Cuando no perdonamos, emocionalmente algo nos quiebra, y en muchas ocasiones nos sentimos tristes, angustiados y hasta nos enfermamos físicamente; además de eso, nos invade el remordimiento, resentimiento, falta de paz y hasta deseos de venganza en algunos.

Quizás alguno de nosotros hemos sufrido ofensas muy fuertes; pero aun así, para esas ofensas la cura es el perdón. Si no perdonamos, también el Señor se abstiene de perdonarnos; pero mientras estemos con vida, hay tiempo de aprender a perdonar para que Dios nos guarde de ir a la eternidad con rencores y odios. *¡El perdón libera al ofensor y al ofendido!*

Hermanos y amigos, el perdón es una decisión, no un sentimiento. ¿A quién le nace perdonar? Si esperamos hasta sentir el deseo de hacerlo, muy probable que jamás lo hagamos; sabemos que el perdón no es tan fácil de practicar, como lo es de predicar; pero es un paso fundamental hacia la reconciliación. Muchos de nosotros no disfrutamos de las bendiciones que nos concede el Señor, porque tenemos raíces de rencor guardadas en nuestro corazón.

El otorgar perdón es muy difícil para nosotros; por ello debemos acudir a Dios para que llene nuestros corazones de su amor incomparable y así podamos perdonar. ¡Porque no hay nada que el amor de Dios no pueda restaurar!

En La Biblia encontramos grandes historias sobre el perdón, entre ellas la de José, hijo de Jacob, que fue vendido por sus hermanos; pero él tuvo un gran corazón para perdonarlos, enseñándonos que perdonar es dejar atrás el pasado.

Jesús en la cruz exclamó: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”, expresión esta que nos señala su inmenso amor por el prójimo y nos enseña a perdonar antes de encaminarnos en la ofensa. Jesús, aun en medio de tanto dolor y humillación, perdonó a los que lo crucificaron, mostrando su amor y su compasión hasta el último instante de su vida terrenal.

*¡Si Jesús escogió perdonar, ese debe ser nuestro mayor ejemplo a seguir!*

Amados, si perdonar es difícil, ¿será que pedir perdón es más fácil? Muchos creemos que pedir perdón es un signo de debilidad; pero puede ser todo lo contrario. Pedir perdón es algo meritorio, de valor, al mismo tiempo de madurez y crecimiento.

Para los japoneses, es más humillante no pedir perdón que lo que representa en sí el error cometido; para ellos, el que se humilla, vence. Hermanos, pedir perdón, no sólo puede ayudar a curar viejas heridas, sino también a cimentar lo que ha de venir; pedir perdón es aceptar que no hicimos algo bien; pedir perdón quita un enorme peso de encima y nos hace libres, aun cuando la otra persona quiera o no perdonarnos.

Hay un principio muy antiguo que dice: “Perdona y te parecerás a Dios; retén y te parecerás al que te hirió”.

Quizás por orgullo o por temor a las consecuencias; por ego o por el qué dirán, aceptar un error y pedir perdón está entre las acciones más difíciles de hacer del ser humano; pero es bueno que recordemos que las ofensas que suframos, jamás serán peores que lo que nosotros hemos hecho contra Dios.

«Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas».
Mateo 6:14-15

*¡Bendiciones infinitas para todos!*

Por The EL News

Enrique López Alfonzo Director - Editor The EL News.com Premio Latinoamericano de Oro Periodista de Investigación 2021 ÷584245428120

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