_La expresión latina completa es: “errare humanum est, sed perseverare diabolicum”;_ (que traducida literalmente significa): _»errar es humano, pero perseverar (en el error) es diabólico.»_

Tuve un jefe (Pedro Granadillo) que aseguraba que “Errar es de imbéciles”. Y recordamos que un compañero de equipo (Neptalí Aulacio) debió reconocer que, al menos hasta donde pudo indagar, Granadillo no contabilizó ni un solo error, pese a que se trajinaba 24 horas al día, en una división en la que podía incurrirse en ello con frecuencia. Sea como fuere, preferimos quedarnos con la expresión atribuida a Séneca El Joven, aunque algunos historiadores dudan de tal autoría. Y nos gusta de sobremanera lo de _“perseverar en el error es lo diabólico”._ Tanto es así, que Hugo Chávez acuñó la frase “Patria o Muerte” y casi de inmediato se corrige y obliga a la Fanb, desde el generalato hasta el soldado raso, a desgañitarse con _“Chávez vive..! Viviremos y venceremos”._ Irónicamente, confesando temor a morir, La Pelona lo reclamó antes de lo que el promedio de vida debió haberle permitido. Pese a ello (nos referimos a la rectificación de Chávez, al menos una vez), sus legatarios no ceden en nada. Se hunden diariamente en errores, pero, no solo no aceptan que sea así, sino que bajo circunstancia alguna existe disposición a no perseverar en el diabólico yerro que sepulta al país por la terquedad de sus mandantes, más que gobernantes.

El error atribuible a Ramos Allup, es haber derrocado a un presidente democrático (Carlos Andrés Pérez).

¿Quiénes yerran?

En orden genético, el primer error es atribuible a Ramos Allup, y no sé a quién en Copei, que rodaron la alfombra de sus candidatos, para declinar en favor de un ex gobernador de Carabobo, que lo había hecho bien en su estado, pero que nada demostraba que corregiría los entuertos de los últimos tiempos, en especial haber derrocado a un presidente democrático (Carlos Andrés Pérez) por la codicia de poder que obnubiló a Alfaro, quien luego, bien pronto, pudo conocer al amargo sabor de saberse traicionado, cuando su testamentario lo dejó sin pedestal donde apoyar su candidatura. Era casi obvio, que estando en la calle la candidatura de Salas Römer, la postulación de Alfaro, frente a un Chávez reverenciado por todos los grandes medios de comunicación impresos, radiales y televisivos, era un simple saludo a la bandera. Pero no es menos cierto, que, si AD y Copei resisten con sus candidatos y sus tinglados, Chávez habría triunfado, cierto, pero con menor votación, escasísimos diputados e impedido de imponer sus ukases, lo cual logra, no porque sus votos en el parlamento se lo permitían, sino porque los adecos en especial, se enculillaron cuando Chávez amenazó con soliviantar a las masas si se interponían en sus improntas. Pero con una oposición mayoritariamente arrolladora en el parlamento, Chávez habría tenido que negociar y postergar muchos de sus desvaríos. No estaríamos hoy frente a esta historia repleta de fracasos, de errores y de tropiezos que le han costado a la nación dos billones de dólares, y más que eso, el retroceso como país en por lo menos 45 años. Es decir, en este momento, siendo compasivos, podemos pensar que nos ubicamos en 1978, y todos sabemos que no es cierto. Para ese entonces (1978) Venezuela estaba posicionada en la rampa de lanzamiento más promisoria que hubiera conocido jamás ninguna nación hasta ese momento. Línea, que, pese a tropiezos de orden institucional; alguno de impulso amigdalítico (agallas recrecidas) los más, y de insolvencia moral y ética en los partidos, se produjo, primero el éxito del “Chiripero” con Rafael Caldera presidiendo su segundo mandato y luego, como diría Lázaro Candal, ¡y mañana…ay mañana!, vino nada menos que Hugo Rafael Chávez Frías, y creemos que no hace falta ampliar detalles de esta historia que aún no concluye.

El gobierno, desde que Chávez legó en Maduro, no ha vivido un día sin cometer errores.

Errores. Lo peor del error es no reconocerlo y taparlo (o pretenderlo) con un dedo, sobre todo cuando, gracias a pifias peores (si se puede) de quienes deben ser oposición, como también dice otra canción, _“todo se derrumbó”._ El gobierno, desde que Chávez legó en Maduro, no ha vivido un día sin cometer errores. O, dicho de otra forma, no ha podido inscribir un solo acierto en su bitácora. (Como somos despistados, agradecemos corregir si exageramos en tal aseveración). Pero, eso que llamamos oposición, por no caer en palabras blasfemas, ha sido más erróneo que el gobierno, en cuanto al planteamiento de su rol. Digamos que su más grande error, imperdonable, desde luego, fue haber ganado el 2015 y regodearse ante dos factores: el triunfalismo de diciembre de ese año que impidió revisar actas y reclamar más diputados. Y luego la imposición de Diosdado de rechazar a los diputados electos por Amazonas. Una oposición con ese aluvión de votos, tenía en ese momento (diciembre del 2015) apoyo de todos cuantos votaron y de todos quienes se abstuvieron. Una sola convocatoria tipo “Vuelvan Caras” (Ah malaya, Páez) habría dejado al país sin un solo diputado del Psuv. Todos se habrían marchado, ya abultados sus talegos y sabedores de que se les había agotado la manguangua. Pero Diosdado pegó un último grito y asustó a todo el liderazgo opositor, sin una sola excepción, disminuido en su mayoría absoluta, que Diosdado había convertido en mayoría simple. ¡Qué vergüenza! Y aunque el lector pueda dudarlo, luego vino otro error, peor aún, cuando Julio Borges, borracho de pedantería, aceptó la propuesta de Nicolás Maduro de suspender las protestas que se realizaban diariamente en todo el país, convertidas por Julio Borges en el plato de frijoles con que vendió a la oposición total. Una vez en Santo Domingo, luego de ocupar suites cinco estrellas, libar exquisito champán y degustar canapés de alto copete, Maduro ordenó a Jorge Rodríguez patear la mesa de negociaciones que jamás existió como tal, y dueños absolutos de los medios de comunicación, informar al país y al mundo que la oposición había roto sus compromisos. Con esa carta curricular de la oposición, Maduro se hace del poder totalitario y omnímodo, sin perro que ladre en su cueva ni pesadilla que perturbe su sueño. Aun así, HOY, esa misma oposición del 2015, hecha añicos y convertida en la mayor impotencia política que el país jamás había conocido, carece de capacidad para decirle a ese mismo país que la solución está en la Primaria y solo en la Primaria. Que el candidato que resulte electo tiene que contar con el apoyo de todos los demás, como sucedió antes con Capriles. Que acudir al 2024 con más de un candidato, aunque algunas encuestas dicen que pese a ello Maduro pierde, no es aconsejable retar la suerte con nuevos errores. Maduro no tiene cómo justificarse ante el país para repetir. Solo con errores de eso que llaman oposición puede reelegirse. O confiado en negocios subrepticios que todo hace pensar ha urdido con el liderazgo del G3. (En nuestra muy modesta opinión, también hoy, solo Diosdado Cabello podría dar la batalla por el Psuv. Pero esto es materia para otra “Ronda Dominical”).

NB: Hoy haremos nuestra mini-encuesta: ¿Maduro o Diosdado?

Por The EL News

Enrique López Alfonzo Director - Editor The EL News.com Premio Latinoamericano de Oro Periodista de Investigación 2021 ÷584245428120

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